jueves, abril 13, 2006

EL DIA DEL CEBICHE




Existen pocas cosas, o actividades, que unan más a la familia peruana como lo hace El Cebiche. Ni siquiera el fútbol se asoma como buen competidor. Menos entre nosotros los sufridos hinchas mayorcitos que, a este respecto, sólo vivimos de recuerdos que tratamos de transmitir a la descendencia, como si hubiéramos vivido en un Perú diferente.

En una familia típica peruana, constituida por el papá (el burro por delante, como decía mi abuelita) , la mamá, un hijo mayorcito, una hija adolescente y un hijo menorcito, difícilmente encontraremos opiniones mejor concertadas como cuando se trata de comer Cebiche.

Analicemos algunas de las decisiones que deben tomar las familias en algunas de las ocasiones más triviales de la vida.

Empezando por el sitio para recibir el año nuevo. Si papá y mamá logran concertar, ya es un éxito notable. Pedir a los hijos que se “acolleren” con los viejos, es pedir peras al olmo. Los papás, por obligación salen juntos, pero los hijos, ¡ cada uno vuela por su lado !

Si queremos ver la televisión, no hay manera de ponerse de acuerdo y lo mejor es tener 4 televisores en casa, como mínimo.

Si se trata de música, ni hablar, a los viejos les gusta como esos valsecitos o boleritos de antaño (como los que pasan a la “hora del lonchecito”, lo cual parece herir los oídos de los muchachos, mientras que la música electrónica o metalera, esa que ya no requiere de instrumentos armoniosos, causa grave estrés a los cuarentones!.

Es decir, que entre padres e hijos, entre parejas, entre hermanos, a veces estamos tan desfasados que las diferencias entre gustos y colores son irreductibles.

No obstante, cuando en mi casa anuncio, un domingo cualquiera, que vamos a preparar Cebiche, todo el mundo aplaude y se quedan para el almuerzo ¡ Increíble, cómo el cebiche une a la familia peruana! ¡ Deberíamos levantarle un monumento!

Y es que, si de cebiche se trata, todos en la familia ponen gustosos su grano de arena. Desde el rito de la compra (tiene que hacerlo un conocedor como papá), picarlo con afilado cuchillo (con ese corte limpio necesario), rociarlo con sumo de limón delicadamente exprimido (para que no salga el amargor), aplicarle equilibrada sal, preciso rocoto y oportuna cebolla, base de lechuga y camote sancochado, amén de otros trucos secretos, se produce, en sólo diez minutos, la sinergia perfecta al surgir El Cebiche, para finalmente adornarlo delicadamente con afrodisíaco culantro y admiración de cada uno de los artífices como seguramente admira su obra el pintor al dar el último y delicado pincelazo, con la diferencia de aquí es un equipo el autor; es “catado” por cada uno de los componentes para recibir finalmente el visto bueno del más pequeño de la familia, que bien podría dictaminar: le falta rocoto. Es comido, con alabanzas de cada miembro del equipo, y por último, al final, a repartirse la ¡leche de tigre!, elixir de los dioses, como última parte del ritual.

Para remarcar lo dicho en el párrafo anterior, tenemos que reconocer que el cebiche es el “non plus ultra” de la creatividad del peruano, reconocida a nivel mundial. Propicia la innovación y la investigación. En todas los hogares los cebiches son personalizados: algunos los preparan tal como fue inventado, esto es sólo pescado, limón y sal al gusto. Otros le agregan cebolla, ajos, apio u otro ingrediente. Inclusive hay algunos que lo blanquean con una pizca de leche. Algunos lo maridan con papa, otros con camote o choclo. Dicen que la lechuga si es infaltable en todos los casos.

Por otra parte, recordemos que fue comiendo un cebichito entre los presidentes de Ecuador y Perú para que las tensas relaciones se aflojaran desembocando finalmente en un acuerdo de paz. Tal vez sea necesario invitarle un cebichito, en Tacna, a la atractiva Dra Barchelet para arreglar nuestros diferendos con los apreciados vecinos del sur!!

Por eso propongo, para hacer justicia, instaurar el DIA DEL CEBICHE. Y debemos apurarnos, antes que nos ganen los aludidos vecinos. Seguramente serán las cojinovas las únicas que no van a estar de acuerdo con esta iniciativa. Creo que una buena fecha sería el tercer viernes de cada marzo, como para despedir nuestro verano. Pero que sea laborable, por favor!!


Wilfredo Botto
Octubre 2001