Mensaje a mis amigos de la promoción
Surco, 15 de abril de 2010
El día hoy hemos celebrado los 45 años de egresados de la facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica de la UNI. Fue una verdadera fiesta, no sólo por el acto en sí mismo, que fue todo un éxito y por lo cual felicito a los organizadores por su perseverancia, sino porque fue la oportunidad de palmear viejas y entrañable espaldas, algunas después de este largo tramo desde nuestra despedida, sin sospecharlo en ese entonces, hace poco más de cuatro décadas y media.
Esta gran fiesta, la del 15 de abril, fue el fiel reflejo de nuestra gran amistad, fue la última toma, si se trataría de la filmación de una película, que continuará con otros actos, realizada con nuestras propias vivencias, de forma individual pero con un común denominador: Nuestra formación en la Facultad de Mecánica y Electricidad de la UNI.
Pero como en toda película, antes de esta última toma hubo muchas otras, grabadas con los actores principales que fuimos todos, sin extras.
Antes están las alegres reuniones, sobre todo durante el último tramo de diez años, gracias al entusiamo de algunos miembros de nuestra promoción que nos mantuvieron cohesionados, si bien en grupos relativamente pequeños pero que son los que formaron el núcleo generador de los hitos que fueron nuestras conmemoraciones principales. En estas reuniones fuimos acostumbrándonos a nuestra especie de metamorfosis, claro que solamente superficial.
Antes tuvimos una toma importante, siguiendo con la parodia cinematográfica, que también ha quedado grabada en nuestra memoria y es la celebración de los 40 años en el Club de la Banca. En esta memorable reunión reaparecieron muchos rostros y comprobamos que los años no pasan en balde en lo físico, pero que no destruyen en lo más mínimo cada una de nuestras características humanas de los años juveniles.
Antes celebramos los 25 años con diversas actividades, allá por el año 89 del siglo pasado fecha que ahora nos parece al alcance de la mano. Parece que la percepción del transcurso del tiempo es inversamente proporcional a la edad de los humanos.
Antes están las individuales tomas de esos primeros 25 años de egresados en que cada uno de nosotros la pasó construyendo su propia vida, enamorándonos de nuestras mujeres, procreando nuestros hijos generando nietos y progreso para nuestro querido país, algunos trotando por diversos lugares de nuestro pequeño pero gran mundo que es la Tierra.
Antes están esos cinco años que pasamos en la UNI, la mayoría forasteros de los Cuatro Suyos, de todos los estratos, de todos los orígenes, de todas las creencias, de todas inquietudes, de todas las aspiraciones.
Antes están los paseos en bicicleta frente a la UNI en allá por los años finales de los 50 del siglo pasado (como lo recuerda un compañero de su paseo a Ancón); está el año en que recién saliendo de la pubertad ingresamos a la UNI, cuando con un enorme grito de júbilo, no importa si en el primer o en el último renglón encontramos nuestro nombre en la lista publicada en el pabellón central. Seguramente en ese momento todos nos sentimos genios por haber resuelto con éxito los pocos pero duros problemas que nos presentaron para los 5 exámenes de ingreso.
Todo eso pasó antes, mucho antes, como una producción cinematográfica que empezó en abril de 1960 en nuestra primera clase y que ha culminado, provisionalmente, con todo éxito, el 15 de abril de 2010.
Nuestras vidas son los ríos que, como escribió don Jorge Manrique, van a dar a la mar. Algunos de nuestros compañeros ya han llegado a la desembocadura, y ellos han sido los grandes presentes en nuestra celebración del 15 de abril
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